Capítulo VII
Conocimiento
Dayreen huía frenéticamente, tanto como sus piernas enfermas le daban para correr, tenía miedo, pero no era la primera vez que se enfrentaba a él, no dejaría que nadie se interpusiera en su misión, llegara a la tumba de su madre, aunque le costara su vida misma.
Todas las mañanas eran difusas, las tardes eran obsoletas, su único fin era visitar a su madre, como cada noche ella se proponía llegar a visitarla, así como su madre la cuidado y alimento cada vez, ella jamás faltaría a su palabra, y no había fantasma o enterrador que la hicieran desistir, ella no abandonaría su promesa.
Camino por el ultimo pasillo, esta vez viendo cada uno de los sitios de descanso en el cementerio, se encontraba a no más de 3 pasillos de su objetivo, pero la presión de saberse perseguida la hacía ir más lento en lugar de más rápido, respiraba algo agitada, necesitaba descansar; pero no podía detenerse en este momento, había perdido demasiado tiempo jugando con los chicos, ayudando a Sarah y Amiel, escuchando la triste historia de Aziza, deseaba tanto que su padre estuviera ahí, pero como siempre, él no estaba cuando más le necesitaba, tuvo que reponerse de ese pensamiento casi de manera inmediata, todo para seguir adelante.
Le quedaban solo dos pasillos, podía imaginarse llegando a la tumba a cantar a su madre, sabía que al llegar ahí, solo tendría que esforzarse de nuevo un poco más, llamaría al espíritu de su madre, ese, era su gran secreto, paso tanto tiempo por tantas noches llamándola sin encontrar respuesta, por eso iba cada noche y no en otro horario, para buscar la intimidad de la soledad y el silencio, con la esperanza palpable de por fin reunirse con ella y abrazarla una vez más, pero hasta ese día jamás había logrado hacer contacto, a veces pensaba que su madre la había olvidado, tal vez era demasiado feliz donde estaba para volver con ella, tal vez Dios no la dejaba bajar a su lado un momento, no lo sabía, pero no dejaría de intentarlo.
Tuvo que detenerse pues su pierna no la dejaba avanzar más, escucho un ruido detrás de ella, ¡eran pisadas! Sintió que perdió el color que tenía en el rostro, su pierna buena se quedó clavada en el piso como si pesara una tonelada, la sombra que se acercaba a ella se acercaba de prisa, el miedo no dejaba que su mirada enfocara de manera correcta, ¿Eso era todo? ¿Estaba por ser atrapada y desaparecería para siempre? No era justo, ¿Por qué el enterrador era tan malo? Fueron solo algunas de las preguntas que le cruzaron por la mente justo antes de perder el equilibrio y caer de espaldas, cayo por alrededor de 3 metros, perdió el conocimiento. Su cuerpo yacía inconsciente en el fondo de un hoyo que había sido cavado para recibir un cuerpo nuevo a la mañana siguiente.
No sabía cuánto tiempo había pasado, abrió sus ojos lentamente y la sombra que inicialmente la había asustado estaba frente a ella, pero al recuperar por completo su campo de visión y también su calma pudo ver claramente que no se trataba del enterrador, sino de alguien más, su cuerpo ya no estaba en aquel agujero donde recordaba haber caído, sino a un lado de él, recargado en una lápida y frente al aquel hombre de bigote extremadamente largo y barba en forma de pico, la miraba fijamente; no parecía alguien malo, parecía más bien alguien tan confundido como ella.
– ¿Pero qué es lo que te ha pasado pequeña? ¿Es que acaso has visto un fantasma? – el hombre sonrió
– Tú no eres el enterrador, ¿Quién eres tú? –
– Mi nombre es Jean Paul, tengo aquí largo tiempo, te he visto muchas veces ya por aquí, vi lo que hiciste con la pareja de judíos, tengo que decirte que estoy impresionado en mi país diríamos que lamour vous benisse –
– Mi nombre es Dayreen y no te había visto por aquí nunca, pero no tengo tiempo de platicar no nadie, ¿tengo que irme de aquí cuanto antes sabes? Alguien me persigue y no puedo arriesgarme a ser atrapada –
– Nadie te atrapara, no tienes nada que temer mon cheri, para eso estoy yo, que siempre he sido un valiente guerrero de las forces armees de France, para protegerte –
– Es que simplemente no me entiendes, la persona de la que huyo podría lastimarte, lo he visto hacerlo con otros antes, y te hará lo mismo si no te vas cuanto antes, el enterrador vendrá por ti y luego por mí –
– Ohhh ya veo, tú le tienes miedo al hombre de los ojos escarlata, aquel que llego el mismo día que yo llegue a este lugar, pero no creo que debas de temerle, no creo que nadie deba temerle a ese hombre, pues una vez que me deposito en el hoyo donde descansa mi cuerpo mortal, pude darme cuenta que otros no han podido, no siempre ha sido el monstruo que todos piensan que es, o tal vez si, solo que los más débiles no concentramos en ver solo el principio de la larga historia de la vida, juzgamos a todos por su muerte y no por la manera en que se vive la vida, el ser humano es demasiado extraño –
Dayreen no pudo ocultar su sorpresa, no podía desviar la atención de aquel hombre, había alguien que conocía algún secreto del enterrador y que conociendo más a fondo no lo consideraba de peligro, ¿Es que acaso aquel francés estaba loco? ¿O es que acaso no tenía idea de lo que enfrentaba?
Cualquiera que fuera el caso, no podía permitirse quedarse con la duda de lo que Jean Paul estaba hablando así que decidió que le propondría algo a su acompañante, sin afán de querer utilizarlo, se propuso abiertamente obtener la cantidad máxima de información, pues bien dices que hay que estar cerca de tus amigos, pero aún mas de tus enemigos, quizá el secreto para derrotar al enterrador, no era otro más que el de conocer lo más posible acerca de él y encontrar un punto débil, al cual aferrarse para protegerse.
– Has dicho que el llego el mismo día que tu ¿A qué te refieres? ¿Es o era tu amigo? – pregunto Dayreen
– No, no es eso a lo que me refiero, es tan amigo mío como el doctor que me receta un antibiótico para un infección, bueno, pues él fue quien sepulto mi cuerpo el día que enterraron mi cuerpo mortal, sé que era su primer día, porque rompí las reglas, no sabía que nosotros solo debíamos estar presentes por las noches y estuve presente en mi funeral, era algo que como un soldado debía de permitirme, después de todo me lo merecía –
– ¿Entonces como sabes que el llego el mismo día que tú? – Pregunto Dayreen
– Bueno, eso fue fácil de notar, recibía órdenes de cómo hacer las cosas, yo deambulaba por los pasillos de este lugar, cuando me topé con él, y con otra persona, parecía un hombre rico, pero no hablo de un hombre con dinero, sino de un hombre que posee todo, y le daba instrucciones a ese hombre de mirada perdida, algo así como cuando ves a un dueño estricto entrenando a su perro, le menciono algunas de las reglas y al finalizar simplemente le dijo, “Este es el primer día del resto de tu vida en Souldeth” a lo que el hombre respondió con un sí, ahí fue que note que mi entierro sería el primero de aquel hombre, pero debo decir que misteriosamente no fue la última vez que lo vi –
– ¿A qué te refieres? ¿Es que acaso lo seguiste? –
– No, no ha sido necesario, cada noche yo me preocupaba de mis asuntos, cuando entendí la dinámica de Souldeth, aquella en la que todos debíamos de correr de la vista de los demás yo empecé a resguardarme en mi tumba, pero este hombre no dejaba de venir cada noche, y cada noche venia exactamente a lo mismo, me platicaba su sentir –
– ¿Me estás diciendo que sin razón aparente te contaba su vida? – Pregunto Dayreen
– No, realmente te estoy diciendo que ese hombre me contaba sus secretos y sus penas, nuca había conocido a nadie que sufriera tal maldición, se dice que el diablo concede coas a cambio de las almas, pero ese pobre infeliz ya no tenía un alma que aportarle al diablo, él es solo un rechazado caminando en el mundo de los vivos –
El corazón de Dayreen dio saltos de lastima, no sabía a ciencia cierta a que se refería el francés, pero después de tanto tiempo en Souldeth y rodeado de aquellas almas, sabía que quizá había algo más en los actos del enterrador, algo que quizá no estaba tomando en cuenta, ella era de las personas que no juzgaban a nadie, y eso lo había aprendido de su madre, pues ella sabía lo que era que te vieran diferente solo por no ser como los demás, en ese momento sintió algo de lastima por el enterrador , pues a ciencia cierta no conocía su historia, pero ese sentimiento la abandonaba, cada que recordaba, que estaba detrás de ella y se intensificaba cuando recordaba los gritos de su pequeño amigo advirtiéndole de su presencia, en esos momentos recordaba el que debía huir, pero al mismo tiempo sabía que de nada le iba a servir si no sabía más de su enemigo.
Jean Paul le había dicho que el vigilaría latente en caso de que el enterrador se acercara, no confiaba al cien por ciento en él, pero combinado con su mirada, creía que tenía cubierta la mitad del camino, eso tal vez podía ser cierto, pero no la exoneraba del peligro de andar completamente expuesta, no perdió tiempo y se dispuso a contarle un poco de lo que había vivido, particularmente ese día.
Repaso cada uno de los momentos desde que llego ahí y fue como lo hizo partícipe de la historia de Amiel y de Sarah, o de la historia de Aziza termino obviamente con la de Kristo y Melessio, no dejo huella a la duda, tuvo que contar su historia misma y la forma como perdió a su madre y se alejó de su padre, todo debido al gran estruendo al que escasamente recordaba, creyó que en ese momento su historia y sus traumas eran los que menos importaban, así que siguió sin poner mucho énfasis en eso.
Jean Paul estaba asombrado, todos decían que los franceses tenían una pasión desbordante, pero ese día lo comprobó al ver las lágrimas de su nueva amiga rodar por sus mejillas, no pudo evitar pensar que Dayreen tenía que ser un ángel, tal vez algo más una mezcla de uno con una pequeña niña, se decidió a protegerla, a costa de lo que fuera, simplemente tenía que encaminarla a la tumba de su madre, después de todo estaba ahí, a un pasillo y medio, apenas pretendía externarle sus deseos a Dayreen cuando esta comenzó a hablarle de su vida, de su madre y de la muerte de esta. Fue entonces que él lo entendió todo.
Dayreen vio la cara de su nuevo amigo cambiar de una extraña manera, no sabía si lo que le había contado había traído algún recuerdo de su vida, tal vez Jean Paul había tenido una hija, o alguna esposa que lo amara, probablemente ambas, así que decidió cortar su historia.
– Juro por mi honor que te llevare a la tumba de tu madre, lo hare, pero antes debes de acompañarme y ver algo con tus propios ojos – dijo Jean Paul
– ¿Qué es lo que quieres que vea? No hay tiempo de nada, el enterrador está detrás de mí, ha hecho desaparecer a mis amigos y si nos encuentra a te hará desaparecer y a mí me capturara, tengo miedo, llévame a la tumba de mi madre o déjame ir – suplico Dayreen
– Mon amor, ¿Qué acaso no te das cuenta?, tu que estas tan llena de amor por los demás aun siendo desconocidos, tu que has parado en cada tumba donde solo la compasión te ha llamado, es momento de que ayudes a la última persona antes de ir a la tumba de tu madre, si mi pequeña niña, es hora de que vayamos a la cabaña de ese a quien tu llamas “El enterrador”.
Dayreen no tuvo respuesta ante aquella lógica aplastante, a pesar de sus sentimientos de negación y miedo ante ayudar a aquel hombre, no podía dejar de lado que su esencia radicaba en hacer el bien sin importar si la otra persona lo merecía o no, pues después de todo, ¿Quién decide quien es bueno o malo? No sabemos qué es lo que ha pasado en la vida de esas personas. Recordó el caso de Dareh el esposo de Aziza, quien desde un principio había buscado el bien para su matrimonio y descendencia y la sed de poder y odio de su hermano lo habían llevado a cometer el peor de los actos para un ser humano, condenando su alma y la de Aziza con él, ella no sabía a ciencia cierta cómo funcionaban las leyes de Dios, pero ella sentía que si aquel del que todos hablaban y oraban era el ser perfecto lleno de perdón y amor, tendría que haber una forma en la que cualquiera de ellos pudiera alcanzar el perdón.
Le llamaba poderosamente la atención que Jean Paul quisiera abogar por el que entonces era el verdugo de los fantasmas y su perseguidor personal, después de todo él había mencionado este le había confiado todos sus secretos, si lo acompañaba, podría saber aún más de él, y definitivamente si iba a su cabaña, podría descubrir cualquier cosa que necesitara para sobrevivir, ¿Y por qué no? De no solo ayudarse a ella misma sino al resto de los fantasmas, tal vez podría recuperar a sus amigos, tal vez podría ayudar a aquel hombre, no lo sabía, pero como siempre, estaba dispuesta a ayudarlo o por lo menos intentarlo.
Otra de las poderosas razones por las que había aceptado aun con los nervios que sentía al dirigirse hacia el lugar donde descansaba el enterrador, era su madre, pues estaba seguro que ella no habría dejado de darle una oportunidad de reivindicarse a aquel hombre. Sentía que si ella li intentaba, su madre estaría verdaderamente orgullosa de ella, aunque sus acciones siempre eran buenas, como las de ayudar a los espíritus tristes, en el fondo tenía que admitir que también había algo de egoísmo en su actuar, esperaba que con cada ayuda que ella daba, Dios la tomara en cuenta para poder ver a su madre, incluso si no era así, ella quería asegurarse de que algún día sus almas estarían en el mismo lugar, viviendo la eternidad y esperando a su padre, los extrañaba demasiado a ambos.
Jean Paul caminaba de manera rápida entre los pasillos, tratando de reducir el tiempo de ambos para hacer lo que pretendían, y que Dayreen pudiera llegar a la tumba de su madre antes de que amaneciera, pues finalmente al amanecer, ya no podría intentar contactarse con ella sin riesgo a ser descubierta por el resto de los visitantes.
– ¿Sabes algo pequeña? Después de escuchar todo lo que me has dicho, de convivir contigo y poder conocer un poco más de tu alma me doy cuenta por completo de que aun te falta desarrollar lo más importante –
– ¿A qué te refieres Jean? ¿Qué es eso que me falta por desarrollar? – Pregunto
– En todas las historias que me has contado, inclusive en la de tu familia, está presente de sobre manera el amor, esa clase de amor que une y que es inquebrantable, pero mucho me temo que no hayas descubierto el verdadero significado del mismo, pues después de todo creo que tienes que descubrir por ti misma lo que esto significa, y esa es la razón por la que no puedo darte una respuesta, tú debes pensar en todas esas situaciones en las que te has encontrado, y descifrar que tienen en común todas ellas para que sea considerada como, hecha por el verdadero amor –
Dayreen se quedó pensativa, intentaba entender a lo que se refería aquel fantasma tan enigmático, no lograba imaginar porque de pronto se interesaba tanto en este tema, sospechaba que trataba de mandarle un mensaje entre líneas, algo así como si la estuviera preparando para algo que estaba por suceder, se llenó de dudas, cada minuto que pasaba quería saber más de Jean Paul, pero sobre todo, había abierto su perspectiva a querer saber mucho más del enterrador como persona, como el hombre que seguramente era.
Habían caminado tal vez 10 minutos en línea recta, tenían la suerte de que la cabaña se encontrara muy cerca del lugar, las luces que se veía a lo lejos eran una señal de que estaban llegando, el humo negro que salía de la chimenea de la misma eran una muestra más de que su destino estaba a la vuelta de la esquina.
– Ya que estamos tan cerca, ¿Podrías decirme de que se trata eso que quieres que vea? Aunque sea solo un indicio o algo, necesito estar preparada para no tener miedo –
– Mon amour, a estas alturas ya deberías de saber que lo que pretendo es que veas más allá de lo que tus ojos pueden mostrarte, todo este tiempo, como el ángel que eres has estado ayudando a otros, haciendo el bien por ellos, incluso al seguirme hasta aquí me estas ayudando a cumplir mi parte en este plan divino, y al mismo tiempo tu cumples el tuyo – respondió
– He aceptado venir contigo porque tengo que admitir que me llena de curiosidad saber que hay detrás del enterrador, quiero averiguar por qué persigue a los fantasmas y que hace con ellos, saber dónde están Kristo y Melessio, quiero saber quién es el –
Se acercaron a la cabaña despreocupados, pues a leguas se notaba que a pesar de las luces encendidas y del humo de la chimenea, la casa se encontraba sola. Jean Paul se dispuso a girar la perilla y esta cedió fácilmente, no tenía seguro. Al entrar pudieron darse cuenta de que aquel hombre vivía de una manera muy básica, solo había una cama pequeña, una cocineta vieja, un retrato en un marco que estaba sobre una mesa de noche y una libreta con una pluma acompañados de un una pila de papeles esparcidos, esto además de un pequeño cesto de basura donde había una gran cantidad de papeles arrugados, parecía que el enterrador escribía mucho, esto lleno de curiosidad a Dayreen.
Jean Paul esperaba en la entrada vigilante, quería asegurarse que su pequeña amiga no fuera descubierta, le había hecho la promesa de acompañarla al final de su recorrido y no pensaba fallarle bajo ninguna circunstancia, quería estar ahí cuando ella tratara de llamar al espíritu de su madre, aunque él también tenía un deseo personal, pensaba pedirle a Dayreen que se comunicara con su hijo, no quería que ella lo cruzara, pues el cementerio se había vuelto guerra, los fantasmas eran su pelotón y él era el general, cuando un hombre de las fuerzas especiales francesas se casaba con el deber, ni la muerte podría divorciarlo, pero dejaría eso para el final de la noche.
Dayreen busco de inmediato alguna pista dentro de la fotografía que estaba en el marco, pero solo encontró más cuestionamientos, pues donde debían de estar los rostros de las dos personas que salían ahí, había huecos, alguien intencionalmente había removido los rostros. Dayreen se imaginó demasiadas cosas, si es que acaso era algún tipo de brujería, o tal vez solo era un marco que estaba ahí antes de que el enterrador llegara y este cansado de sentirse observado hubiera recortado los rostros, no podía saberlo, por lo menos no por medio de ese retrato, así que busco en el segundo lugar más interesante, los escritos del enterrador, se acercó al escritorio y solo tomo unos cuantos de ellos, los puso de forma que a luz les diera de lleno, para poder leerlos mejor, el primero que tomo era relativamente corto, pero se notaba que era el más reciente:
“Cumplo como cada día la promesa de mi deber, afronto estoico mi condena, la vida llega por las noches con la promesa de la felicidad de tu regalo, pero con la luna se marcha tu presencia a un lugar lejano, la muerte se presenta nuevamente por las tardes, las lágrimas corren a mares por esta cascada de reposo”
Dayreen leyó el poema tantas veces en tan poco tiempo, no podía creer que su perseguidor tuviera la magia de escribir aquellas hermosas palabras, era humano, el enterrador era humano, por lo menos una parte de él lo era, pues nadie que no tuviera un corazón que latiera podría escribir con la gracia y sentimiento que había en aquellas palabras, paso a la siguiente nota:
“La culpa y el dolor son el motivo de mi fortaleza, camino siempre buscando el remedio, no puedo permitir que la tristeza agobie a nadie más, pues aunque mi labor este llena del resentimiento con la vida de los ajenos, mi lugar en tu plan es este, he aceptado con determinación la tarea más cruel, pues la finalidad no es otra que la culminación de la obra maestro…
Un grito ahogado interrumpió su lectura, giro de inmediato hacia la puerta, lo que vio frente a ella la hizo tirar los papeles, y es que en la entrada se encontraba Jean Paul, una mano obscura presionaba su boca, la silueta negra frente a él le presionaba con fuerza contra la puerta, unos ojos escarlata brillaron viendo de frente al fantasma, era el enterrador.
Dayreen entro en pánico, no sabía cómo haría para huir, habían sido capturados, le grito a aquel hombre que soltara a su amigo, pero este no respondió, la silueta de Jean Paul, se difuminaba poco a poco, pero de manera sorpresiva, este lanzo sus manos hacia adelante dando un empujón que derribo la obscura silueta al piso, se revolvieron dando vueltas en el piso.
– ¡Huye Dayreen, huye! No te detengas por nada, yo te protegeré – Grito el fantasma
Dayreen no se lo pensó dos veces y dando tropezones con su pierna enferma, tras ella escuchaba los gritos de la batalla, cruzo el umbral de la puerta, apenas llevaba unos cuantos metros de ventaja cuando escucho un ruido más fuerte aun, acompañado de fulgor escarlata, supo lo que había pasado, Jean Paul había desaparecido, igual que sus amigos, nuevamente el enterrador estaba tras ella, y esta vez no tenía tanta ventaja, miro hacia atrás sin dejar de avanzar, la silueta de los ojos escarlata la miraba fijamente desde la entrada de la cabaña, esta le apunto con un dedo y dio el primer paso hacia ella, parecía que todo terminaría en unos minutos, aun así no se rindió y siguió avanzando.
Un nuevo grito llamo su atención, no pudo distinguir la palabra que componía ese grito, pero si se dio cuenta que venía de más lejos, un hombre con uniforme de guardia se dirigía a toda velocidad hacia el enterrador, tenía cara de pocos amigos y parcia que sus intenciones no eran amables haca el, noto como el enterrador volteaba en dirección de aquel hombre, parece que el destino le había tendido la mano, pues una nueva batalla estaba por empezar entre el enterrador y el guardia, esto le daría el tiempo suficiente para llegar con su madre, si después de eso era capturada, ya no le importaba, pues todo lo que quería era intentarlo una última vez, estaba segura que esta vez lo lograría, traería a su madre, estaba decidida.
– ¿Shane, maldita sea, eres tú? – Pregunto Dood
Shane tuvo que cesar en sus intentos de capturar a la pequeña, se concentró en cambiar su apariencia, sus ojos color escarlata y la sombra cadavérica que cubría su cara cambiaron por completo, se recorrió la capucha y volteo hacia el jefe de los guardias.
– ¿A quién esperaba jefe? Claro que soy yo, de hecho me sorprende que este en esta área a esta hora, su rondín regularmente no lo trae hasta mi humilde casa – Respondió el hombre
– Escucha muy bien Shane, esta noche me ha entrado un pensamiento que no me deja descansar y tiene que ver contigo, así que espero que seas honesto y no le mientas al jefe Dood, sabes que quien lo hace nunca termina bien –
– No tengo porque mentirle Dood, se perfectamente lo que sucede cuando se molesta, pero le garantizo que no tengo nada que ocultarle, recuerde que trabajamos en el mismo lugar y mis intenciones son el de llevarme bien con todo el equipo –Respondió Shane
– Me alegra oír eso; pues bien comencemos, antes que nada quiero decirte que esta noche no habrá poder humano que pueda salvarte de responder, no se cual sea tu relación con el dueño de este lugar, pero no tengo miedo, pues mi curiosidad va mucho más allá, dicho esto te diré mi primer pregunta –
Shane mostraba una sonrisa amigable, parecía tranquilo, como si en lugar de estar siendo interrogado de una manera hosca y ruda, estuviera a punto de charlas de un partido de póker con algún amigo de toda la vida, este era precisamente el tipo de conducta que molestaba a Dood, pero con la mayoría de las personas lo hacía pasar desapercibido, nadie lo veía como una amenaza laboral, como alguien inteligente y menos como alguien peligroso, se camuflaba muy bien.
– ¿De quiénes son las tumbas que visitas cada noche? –
La pregunta tomo completamente desprevenido a Shane, había procurado ser muy cauteloso cada que se paseaba por el cementerio, debió de verlo en algún momento cuando visitaba la tumba de su primer trabajo, la tumba de Jean Paul, el francés que había desaparecido hace tan solo unos momentos, ¿o sería posible que?…
– Bueno a decir verdad esa es la tumba de la primera persona que enterré, no conocía a nadie y soy un poco nostálgico, así que lo visito de vez en cuando, tal vez esté muerto, pero fue el primero con quien pude desahogarme – Respondió
– ¡Desahogarte! eso me lleva a mi segunda pregunta, ¿Qué es eso de lo que tienes que desahogarte? Tengo que confesar que soy un hombre lleno de morbo, pero lo hago en pro de la seguridad de mi trabajo, así que cuando llegaste aquí, comencé a investigarte Shane, conseguí toda la información que pude de ti, y se mucho más de lo que te imaginas, al principio entendí tus visitas a la tumba del francés que enterraste, pero las otras que visitas me llevaron a descubrirlo todo – Dood sonrió con satisfacción
Shane sabía que estaba acabado, Dood lo había descubierto todo, No podía permitir que alguien anduviera por ahí con su secreto entre manos, solamente le quedaba una salida, pero también entendía las repercusiones que conllevaría.
– No sabes en lo que te estas metiendo Dood, por favor detente, te lo digo por tu bien, no debes meterte en mi vida y mucho menos en mi pasado – la desesperación se notaba en su voz
Dood saco un puñado de fotografías de la bolsa de su uniforme y se las lanzo a Shane al piso, este solo las miro por un momento, se acercó a tomarlas y su cara cambio.
– Como puedes ver me tome la libertad de usar las cámaras para obtener esas fotos, y no solo eso, también están las imágenes de tu expediente Shane, una persona que guarda esa clase de secretos no es de fiar, no conozco tus motivos, pero te daré hasta mañana a medio día para abandonar este lugar, de lo contrario, hare esto público y créeme no te gustara –
Dood se dio la media vuelta y camino, sabía que había ganado y que por fin se desharía de un hombre en el que no confiaba, su sonrisa se dibujó de oreja a oreja, la satisfacción de haber ganado era casi tan satisfactoria como la que sentía cuando corría a los holgazanes y a los ladrones. Desgraciadamente el punto débil de todos aquellos que se sienten triunfantes en algo, es que inmediatamente bajan la guardia y ese fue el mismo pecado que cometió Dood.
Una mano lo tomo por el hombro y lo giro con fuerza, Dood quiso responder golpeando a Shane en la cara sin verlo directamente y aprovechando el giro, pero su fuerza desapareció junto con su valor, pues frente a él había ahora una figura obscura de ojos escarlata, que puso sus pulgares en sus ojos y los sumió generando un humo blanco
– ¿Así que querías saber mi secreto? Pues ahora lo sabrás lo experimentaras y quedaras maldito para siempre, nunca más volverás a ser el mismo, los ojos del enterrador lanzaron un destello que choco con las cuencas de Dood, todo se volvió obscuro por unos minutos
Dayreen estaba a solo un minuto de la tumba de su madre, podía verla de lejos, sus ojos se llenaron de lágrimas como en cada visita, el recuerdo de los cálidos brazos de su madre la llenaba de fe, en su cabeza se reproducía sin cesar la canción que su madre le cantaba antes de dormir, Dayreen estaba desesperada, pues aunque sabía de memoria la letra, estaba olvidando poco a poco la voz de su madre, era su más hermoso recuerdo y se escaba de su memoria como un grano de arena entre sus dedos; de una pequeña bolsa en su vestido saco una rosa que puso cuidadosamente sobre la tumba y recito
– Hola mama, como cada noche estoy aquí, y sigues haciéndome mucha falta, dicen que el tiempo cura las heridas, pero en mi siguen abiertas desde el día que te fuiste de mi lado, cada que despierto hago lo posible porque te sientas orgullosa de mi, a veces me gustaría saber si realmente lo estas, me gusta pensar que conozco la respuesta, pero esta distancia se hace cada día más difícil, me he cansado de llorarte noche a noche, le he pedido a Dios que te regrese a mi lado, también le he pedido que me lleve al tuyo, pero igual que contigo, no recibo ninguna respuesta, aun así, quiero que sepas que jamás me rendiré, no lo hare hasta escuchar tu voz, hasta que seques mis lágrimas y me abraces con toda tu fuerza. Hoy ha sido un día particularmente malo, estoy siendo perseguida, si es que me ves desde arriba ya lo debes de saber, por eso te pido, que esta noche bajes a mí, pues puede ser la última vez que pueda visitarte, no quiero desaparecer sin haberte visto, ¡Baja mama, por favor baja¡ –
Se recostó sollozando en la tumba, abrazando la piedra helada donde descansaban los restos de Ayleen, su madre, uso toda su voluntad y todo su poder para llamarla como había hecho con Sarah, pero nuevamente no obtuvo ninguna respuesta.
La luna estaba por desaparecer por completo, Dayreen estaba desfallecida de cansancio, no le quedaban energías y mucho menos lágrimas, se estaba quedando dormida poco a poco, sus ojos se cerraron, su respiración se redujo lentamente hasta que finalmente cayó rendida.
Apenas unos minutos pasaron, cuando sintió un par de manos cubriéndola por completo, era una sensación familiar, pero aunque su cuerpo estaba siendo movido no tenía la suficiente estamina para despertar, solo pudo abrir sus ojos por una milésima de segundo, lo que vio no era lo que esperaba, el enterrador la cargaba en brazos, con aquellos tenebrosos ojos escarlata, Dayreen se dejó llevar y así fue como acepto su destino…